Entrevista a Augusto Soto, consultor del Programa

Retomando la serie de entrevistas a personas vinculadas al programa, tenemos en esta ocasión el placer de entrevistar a Augusto Soto, uno de nuestros consultores más veteranos que cuenta con una trayectoria vital y profesional dignas de mención. Esperamos que disfrutréis de esta interesante y extensa entrevista.

1. ¿Cual es tu vinculación académica con la especialidad de Asia Oriental? Cuéntanos brevemente tu trayectoria.

Enmarcaré mi trayectoria en la acción, en entrecruce con el tan complejo Plan Bolonia. Nací, crecí y aprendí en el Finis Terrae, Chile, que cuenta con una de las sociedades más isleñas y a la vez más atentas a conectar con los acontecimientos mundiales que uno pueda llegar a conocer.

Llegué a Barcelona en 1994 tras aprender chino en las aulas del Instituto de Lenguas de Pekín y especializarme en el conocimiento de la China contemporánea en la Universidad de Pekín, además de en la práctica reporteril de la agencia de noticias Efe. Luego me he seguido especializando en China en distintos países asiáticos y occidentales. Mi idea era contribuir al establecimiento de un centro de estudios chinos. Idealmente un think tank bien pequeño con dos componentes. Una parte anclada en el conocimiento de la China contemporánea y otra comprometida con la más rabiosa actualidad al servicio de la sociedad civil, de las universidades y de las escuelas de negocio.

En el CIDOB tuve una excelente acogida para introducir ese conocimiento a través de cursos de difusión que fueron pioneros en el Casco Antiguo de la ciudad. A la par me introduje en mi nuevo medio con dos breves boletines. Uno fue “China Express” (un empeño propio), y el otro “Asia-América Latina” (con apoyo chileno y taiwanés). Casi a la vez tuve recepción en ESADE. Desde entonces he encontrado allí espacio para varios cursos sobre China y Asia (además de en otros programas con vocación exterior) de manera ininterrumpida. Estos cursos los he dirigido a alumnos europeos y chinos, hoy por hoy predominantemente en inglés y exclusivamente con carácter presencial.

Paralelamente, en la segunda mitad de la década de los años noventa, debido a los cuatro frentes que enfrentaba mi nuevo hogar, que han sido un paradójico obstáculo para nuestra aproximación a Asia durante años (la labor de integración europea, la expansión hacia América Latina, la presencia geoespacial del Magreb, la conexión norteamericana), me convertí en una suerte de “activista” del conocimiento chino. Luego descubrí que había otras personas haciendo algo similar en distintas ciudades.

Pues bien, asistí a tertulias y conferencias (almuerzos y cenas bien dialogadas), tanto en el Club de Marketing de Barcelona como en el Hong Kong Trade Development Council de Barcelona, y donde fuera. No me perdí entrevista radial a la que me invitaron para hablar de China. Añadidamente intercambié con pioneros de reconocido prestigio que ya porfiaban desde la década de los años ochenta en sacar adelante cursos sobre China y Asia en la Universitat Autònoma de Barcelona y en la Universitat Pompeu Fabra. Esto me permitió formarme una mejor idea de lo que ya se hacía y de lo que aún quedaba por hacer. Uno de los espacios de debate de entonces, que miraba al futuro y al que me sumé en el debate la segunda mitad de la década de los años noventa, fue la Coordinadora de Asia, con sede en Madrid. Era una instancia de reunión que debatía sobre lo que se debería hacer para promocionar el conocimiento de Asia en un futuro indefinible entonces.

Una interesante iniciativa a la que fui convocado en esa década fue la impulsada por Món3 en Barcelona con el apoyo inestimable del profesor Seán Golden, quien luego impulsó el hoy ya antiguo Centro de Estudios Internacionales e Interculturales de la UAB. Desde allí se precede y luego acompaña un giro copernicano en los estudios sobre China y Asia al que me he sentido muy vinculado. Fue la extraordinaria potenciación del interés por lo oriental a partir de la fundación de la Casa Asia en Barcelona. Esto coincidió con la fundación del Real Instituto Elcano en Madrid y de su área de Asia Pacífico. Con ambas instituciones me complace saberme colaborador desde antes de que dispusieran de sede física propia. Su impacto ha coadyuvado a una serie de programas en nuestra sociedad. Paralelamente la Casa Asia ha entroncado con otra de las grandes y pioneras iniciativas que ya avanzaban con impulso propio, como es el mismísimo programa de Asia Oriental de la UOC, la pionera en estos estudios a nivel virtual. Luego surgió el programa del Instituto de Altos Estudios Universitarios, con el que colaboro activamente.

Dentro de mi trayectoria también ha sido una suerte vincularme, tanto por lado chileno como por europeo, con distintos proyectos internacionales. Por lado chileno, con un Programa de Asia Pacífico en la Universidad de California, que me permitió el intercambio con ciudadanos de los países APEC y a la vez viajar por algunos de esos países. Ese ha sido un puente de plata a la hora de re-acercarme a un Chile hoy pionero en la región del Asia Pacífico latinoamericana. Por lado europeo, en fin, tuve la oportunidad que me brindó un consorcio español-danés-holandés (en un proyecto de la UE). Éste me llevó a Kazajstán como profesor y enlace en la fascinante labor de coadyuvar a impulsar una academia diplomática post-soviética e independiente. En este segundo proyecto concebí la idea de difundir esta realidad centroasiática entre nosotros como parte de la noción de Eurasia. Luego participé en otros proyectos allí en Kazajstán así como en Kirguistán.

Probablemente por todo lo anterior, recientemente el punto focal de la Alianza de Civilizaciones de Naciones Unidas con sede en Madrid me ha invitado como experto de Asia Pacífico a formar parte del Global Expert Finder de Naciones Unidas con sede en Nueva York.

2. ¿Cuáles fueron tus primeros contactos con la UOC? ¿Cómo fueron tus inicios como consultor del Programa de Estudios de Asia Oriental?

Desde los inicios, hace seis años, mis contactos con la UOC han sido fluidísimos. Y como no podía ser de otra manera acompasados digitalmente. Si bien inicialmente el contacto fue telefónico, a las pocas horas se trasladó de lleno al marco virtual.

Pasé por la desorientación clásica. Durante los primeros dos días recibía mensajes muy variados con contenidos bien diversos. Como buen iniciado que era, era complejo saber a qué darle prioridad porque cada ciertos minutos descubría nuevas pestañas y funciones…y nuevos mensajes. No quedaba claro qué era urgente y qué no. O sea, la desorientación típica de cualquier aprendizaje. Pero en este caso en un marco de distancia-inmediatez.

Se trataba de reaccionar, aprender velozmente en la práctica, silenciosamente, sin un intercambio oral. Cuando recuerdo esos inicios basados en la práctica pienso que estaban perfectamente adaptados a ciertos principios del Plan Bolonia que los euroburócratas, con su propio ritmo de reacción, han enunciado bien posteriormente.

Ciertamente, una cosa que me impresionó ya desde los primeros contactos fue ver lo variadísimo del alumnado, tanto en procedencia así como en intereses y aspiraciones futuras. Esto es bien estimulante a la hora de imprimirle dinamismo a las aulas, labor y goce de todo consultor.

3. ¿Cuáles consideras que son los puntos fuertes del programa? ¿Y de la docencia en línea?

El programa y la docencia en línea son dos aspectos entrelazados. Es una de las razones que hace que este programa de la UOC siga siendo único en relación con otros programas sobre Asia a nivel presencial.

En segundo lugar el programa prácticamente cubre las cuestiones principales que atañen al macrocontinente. Paralelamente todos quienes nos hallamos implicados como facilitadores de conocimiento, lo complementamos (además de con conocimiento), constantemente con experiencias y contactos en Asia.

En tercer lugar el Programa ha generado una comunidad inexistente hace una década. Por un lado, ha acercado a quienes se forman en el aula catalana (acronimizada como CAT). Paralelamente también a quienes siguen los módulos en el aula iberoamericana (conocida como IBE). Y esto importa porque estamos en un momento histórico de cambio. Una importante mayoría de analistas hablamos de la re-emergencia de Asia, del descenso relativo de Europa. Pero a la vez estamos hablando de la emergencia de los tan famosos países que constituyen el acrónimo BRIC. Uno de ellos es iberoamericano, Brasil, donde vive una buena cantidad de personas que entienden tanto el catalán como el español. Igual ocurre en diversos grados en el conjunto de las Américas.

Veo que el programa de Asia Oriental, además de su vocación catalana y europea, está encaminado inevitablemente hacia una dimensión global aún mayor. Esto también se refuerza a partir de la existencia de una cantidad creciente de alumnos que interactúan con nosotros entre Barcelona y la provincia china de Sichuan o Tokio, desde las vecindades de Tierra del Fuego hasta la volcánica Islandia. Esta suma de alumnos enriquece el programa y tiene un efecto demostrativo importante. Constituye una referencia para quienes se inician en estos estudios. En muchos casos estos estudiantes de alcance global ocupan prestigiosos cargos y a la vez se siguen formando. O sea son, diríamos, unos aprendices-sabios convencidos de que un aprendizaje hoy es un acompañamiento de años. Cumplen quizás lo que para distintos occidentales es acaso lo más importante del confucianismo: el esfuerzo por aprender continuamente a lo largo de la vida.

4. ¿Podrías contarnos alguna anécdota que hayas vivido durante el tiempo que llevas colaborando con el programa?

Recuerdo haber estado en Astana, la capital de Kazajstán, a mediados de esta década, enfrentando una pantalla lentísima en cargarse, durante más de media hora, atento a un par de mensajes de la UOC que formaban parte de un debate sobre China. Otro momento que recuerdo fue hace un par de años en Washington, invitado en un encuentro denominado Trialogue21, que congrega anualmente a representantes de China, la UE y EE UU. A una de las cenas de esos días asistió el ex encargado de dar con el paradero de Bin Laden. Improvisadamente me tocó entrevistarle. De madrugada quise compartir esta experiencia un tanto inaudita, aunque solo fuera en un mensaje general en una de nuestras asignaturas de la UOC dedicadas a Asia Oriental. Pero mi portátil no funcionaba en la alta noche. Así que me pasé largos minutos intentando que un técnico me solucionara el problema. Pero cuando lo logramos, ya no era hora de dormir sino que de desayunar.

Otro momento, raro por otros motivos, fue en un terremoto que hace tres años sacudió a parte de Asia oriental mientras estaba en Pekín. Me alojaba en los despachos de un diario alemán. En esos días me había propuesto volver a revisar actas y responder a un par de mensajes. Pero el seísmo había destruido cables submarinos y otras redes de telecomunicaciones entre varios países y el daño principal estaba en China. De manera que me pasé varios días desconectado. Por suerte era fin de año y al cabo de varios días, en la más meridional ciudad de Pingyao, pude constatar que no había ningún mensaje y de que disponía de unos días más para estos asuntos siempre urgentes.

5. ¿Te parece interesante la idea del blog?

Por supuesto: tiene una dimensión local, es un punto de apoyo para retroalimentarse y seguir expandiendo conocimiento y para relacionarse con los actuales y antiguos estudiantes. Es también un espacio para volver a demostrar (¡por enésima vez!) de que todo lo que aprenden tiene una efectiva relación con el mundo real.

Como bien sabemos, en las relaciones digitales no hay actor pequeño. Podemos compartir, conocer, aprender más que nunca sobre China y Asia en la historia de la Humanidad. Podemos saber de nuevos proyectos y proponer nuevos. E incluso influir si nos lo proponemos. Y todo a ritmo de un clic.