Filosofía Japonesa – Más allá de torres de marfil y babel

HEISIG, James W.; KASULIS, Thomas P.; MARALDO, John C.; (Eds.), Japanese Philosophy: A Sourcebook; Hawai’i: Hawai’i University Press, 2011. 

La filosofía, como cualquier otro ámbito de conocimiento, puede verse, desde la distancia, bien formando aisladas torres de marfil o bien formando torres de babel* esforzadas en hacerse comprender, pero ininteligibles.

La propuesta de los editores de Japanese Philosophy: a sourcebook, James W. Heisig, Thomas P. Kasulis y John C. Maraldo consiste en reducir los problemas del aislamiento y el empobrecimiento intelectual que se produce si miramos a la filosofía como si se tratara de una personalidad indiferente ante la pluralidad de voces filosóficas en el mundo y, por otro lado, en tratar de hacer inteligible la producción filosófica japonesa en muchas ocasiones cercenada por las dificultades lingüísticas.

El marco conceptual que movió a los editores y al amplio colectivo de colaboradores que durante años han contribuido realizando traducciones e introducciones a las corrientes de pensamiento, escuelas y autores reflejadas en la obra es, en gran parte, compartido por una nueva generación de pensadores que se niegan a seguir en el raíl imperialista de una filosofía sólo historiográficamente / ideográficamente “occidental”.

El campo de batalla de la alteridad, no sólo filosófica, se ha ido disputando entre lo que podríamos ver como dos cuerpos militares que, aunque confrontados, no subsistirían el uno sin el otro –pues su discurso se basa siempre en la dialéctica de la negación de su contrario al que necesitan-. Así, encontramos teorías de la identidad (homogeneidad), desde las que Occidente impera y adscribe para sí toda expresión (filosófica, histórica, literaria, etc.) y la diluye en su foco radial, como un sol que todo lo ilumina y que ciega el entendimiento. Sus contrarias, las teorías de la heterogeneidad, consisten en el movimiento estratégico contrario pero con iguales consecuencia –multiplicándose las diferencias, como si miráramos a través de un caleidoscopio, vemos formas multiplicadas hasta el infinito que, en ese relativismo cultural que las divide y las particulariza como tradiciones herméticas, funden en negro las posibilidades de comunicación.

En el campo de los estudios filosóficos, la filosofía japonesa es una figura paradigmática de esa tensión entre la homogeneización y la absoluta (in)diferencia. En algunas publicaciones que ofrecen “degustaciones” filosóficas (algo así como un menú digestivo de ideas), la antiquísima y rica tradición intelectual en Asia Oriental suele ser esquematizada hasta quedar irreconocible. O, mejor dicho: reconocible pero sólo si se tiene una idea previamente construida de la imagen y la cultura de Asia Oriental –una idea de postal y epidermis. En otras publicaciones, lo que se ofrece es un menú tan complejo y proteico que, al final, el interesado en conocer algo de la historia intelectual asiática reconoce, aunque sea para sus adentros, que necesita tener la clave de interpretación de unos vocablos esotéricos, es decir, ocultos, reservados a unos pocos iluminados por la gracia del nous (mente) o prajna (sabiduría) trascendentes.

Al hacer disponibles todo un conjunto cuidadas traducciones de textos filosóficos, Japanese Philosophy: a sourcebook ayuda a minar algo de la dicotomía entre la asimilación o la exclusión de la historia intelectual japonesa. Lo hace partiendo de una asunción metodológica básica: la naturaleza filosófica del acervo cultural (sus formas de análisis, su uso de distinciones, sus patrones de argumentos, su selección de los problemas en los que focalizarse) no puede apreciarse en su completitud si se mira sólo a la obra de un determinado autor de un único periodo particular.

Los filósofos japoneses, pero, por extensión, también los escritores, los científicos, los artistas,…, sólo serán bien apreciados, valorados y criticados si se ponen en interlocución con otras voces, con tradiciones intelectuales que se han desarrollado y con las que se han producido intersecciones o desencuentros.

Ofrecer, como hace la obra, algunos parámetros que ayudan a ordenar el tejido complejo de la filosofía japonesa pero, no se olvide, no sólo a ordenarla a ella, es, en síntesis, uno de los mayores logros de esta historia y antología de la filosofía japonesa.

Esperamos que, a pocos meses tras su publicación, el libro empiece una trayectoria donde los lectores, estén o no en la Academia, incardinen por sí mismos a la filosofía japonesa más allá de exotismos de salón.

* Los hombres que se enfrentaron a Dios al querer edificar una ciudad que llegara hasta el cielo, emigraron desde Oriente. Estos hombres enfadaron a Dios pues él sintió celos al comprobar que todos juntos podrían equipararse a la divinidad como creadora de mundos. Como es sabido, para limitar el conocimiento indefinido de los hombres, Dios les castigó confundiendo su lengua para que no se entendieran y los dispersó en la Babel en la que aún vivimos. (Véase Gen. 11).

Montserrat Crespín Perales