Continuem amb la quarta de les cinc entrades que ens regalen diversos autors convidats del col·lectiu CineAsia. Com sempre, és un plaer per a nosaltres comptar amb la seva col·laboració. Esperem que en gaudiu de nou!
El cine fantástico en Filipinas
Autora: Gloria Fernández (CineAsia)
Introducción
La cinematografía filipina ha sido una de las más importantes del mundo debido a la magnitud comercial de su producción y a la relevancia sociológica que el cine tiene en este archipiélago asiático. Desde la llegada del cine a las islas a finales del siglo XIX, el fenómeno ha ido extendiéndose por el país hasta convertirse en un foco de atención preponderante en la cultura local, hasta consolidar una industria con miles de trabajadores (cerca de 300.000 en estos momentos), que exporta sus productos a numerosos países occidentales y atrae divisas que favorecen el progresivo crecimiento económico del país. La industria del cine filipino fue durante varias décadas, desde su liderazgo del sudeste asiático, una de las grandes potencias a nivel mundial. Sin embargo, con el paso de los años, la industria fílmica filipina ha ido reduciendo paulatinamente su público y, con él, su producción. De las 131 millones de admisiones en taquilla en el año 1996 se pasó a las 63 millones en 2004. Y de una producción de más de 200 películas durante la década de 1980 se ha descendido a una media de unas 40 en los últimos años.
Pero el dato más esclarecedor es el siguiente: de las más de 150 películas anuales producidas durante la década de 1990, al menos 125 pertenecían a los géneros considerados populares. Además, la relación privilegiada que ha mantenido siempre con Estados Unidos contribuyó a que compañías cinematográficas de ambos lados del Pacífico coprodujeran infinidad de títulos que, aunque presentados en el mercado internacional como norteamericanos, eran en realidad películas filipinas rodadas con escasos medios y gran perspicacia comercial.
Quizá por esta razón, y a pesar de su nivel de producción, tradicionalmente el cine filipino ha merecido escasa consideración por parte de historiadores y críticos occidentales. Sin embargo, esta situación ha cambiado en los últimos años, pues la mayoría de festivales importantes cuentan en su programación con alguna de las últimas producciones de los jóvenes filipinos que empiezan a proyectarse hacia el mercado internacional con películas de autor, independientes, y alguna película de género con corte autoral. Por tanto, no debe confundirnos la presencia de ciertas producciones en los diferentes festivales internacionales. Los Brillante Mendoza, Lav Diaz, Aureus Solito, etc. son sólo la punta del iceberg del total de la producción cinematográfica de Filipinas y, muchas veces, la menos representativa del cine que suele consumir el público del país, que acude en masa a ver las últimas producciones más comerciales o de género.
Consolidación de los géneros comerciales: el Metro Manila Film Festival
Instaurado desde 1975 con el nombre de Metropolitan Film Festival, el Metro Manila Film Festival es un ejemplo más de la importancia de los géneros comerciales en el cine filipino. Muchísimos críticos opinan que si en estos momentos este festival no existiera, probablemente no habría ninguna industria de cine filipino de la que hablar, puesto que muchas de las grandes productoras vuelven a la carga (a la vida dirían algunos) hacia el mes de Junio para presentar y preparar sus grandes lanzamientos de películas que competirán meses después en el festival.
El Metro Manila Film Festival es el punto álgido anual del cine filipino. Es el evento que reúne a la ‘creme de la creme’ del cine comercial en la temporada navideña. Durante dos semanas, desde el 25 de Diciembre hasta la primera semana de Enero, en los cines de Filipinas sólo se exhiben películas filipinas. La ausencia de películas de Hollywood y otras cinematografías extranjeras con las que competir les da la oportunidad de tener un mayor éxito comercial, por eso las productoras filipinas guardan sus estrenos más importantes o sus producciones más sobresalientes para esas fechas. Películas fantásticas, de terror, dramas orientados a la familia y alguna que otra comedia urbana con toques sexuales copan la cartelera durante medio mes con unos beneficios de alrededor de 300 millones de pesos filipinos.
El terror y el fantástico filipino
El cine de terror filipino ha sido tradicionalmente uno de los géneros comerciales que más ha gozado del favor de un público entregado y ávido de historias mitológicas, monstruos, fantasmas y vampiros. Aun siendo un cine visceralmente kitsch, muy cercano al trash y con toques de comedia en muchas ocasiones, tanto en Filipinas como en otros países como EEUU o México es considerado como un cine de culto, en gran parte debido a la particularidad de sus escenarios, su evidente exotismo y a la variedad de criaturas horrendas que son capaces de aparecer en pantalla.
Dada la cantidad de olas migratorias que desde hace siglos han ido confluyendo en las islas, la variedad de culturas ha dado lugar a la confluencia de una variedad importante de cultos religiosos. Por ello, Filipinas está plagada de mitos y leyendas sobre extrañas criaturas, fantasmas y todo tipo de apariciones extramundanas con nombres tan particulares como los aswang, el dudong, la alalia, el tiyanak o el manananggal. Vampiros, brujas, troles y demás criaturas terroríficas y fantasmales han conformado desde siempre un folklore único que el cine de terror filipino ha sabido explotar muy bien desde principios de siglo.
A los que realmente se les considera los padres del terror y del fantástico filipino son un tandem que tuvieron ‘aterrorizados’ con sus producciones durante décadas al público tanto de Filipinas como de los EEUU: Gerardo De Leon y Eddie Romero.
En el ambiente de la posguerra, De Leon, que ya llevaba a sus espaldas una veintena de películas entre dramas bélicos y melodramas, conoció a un jovencísimo Romero que desde los doce años llevaba escribiendo historias para diversas revistas. Después de varios éxitos en la taquilla con guiones de Romero, De Leon decide apoyarlo en su primera incursión como director y Eddie dirige en 1947 y a sus escasos 22 años Ang Kamay ng Diyos que no fue un gran éxito de público y en la que se notaba la mano inexperta en la realización. Después de unas cuantas películas más e insatisfecho con la obra realizada hasta el momento, Eddie Romero aprovecha la oportunidad profesional de viajar a Europa y allí establece contacto con directores de la talla de David Lean, Roberto Rossellini o Vincen Minelli de quienes estudió su manera de hacer cine, sus planos, sus encuadres, etc.
De vuelta a Filipinas y de nuevo con su amigo y socio Gerardo De Leon llegaron a dos conclusiones claras para producir en las islas y que el negocio fuera rentable: la necesidad de abaratar costes sin desmerecer calidad y lograr que los aliados americanos compraran y distribuyeran sus productos en América. De esta manera, en 1959 llevaron a cabo el primero de los muchos proyectos terroríficos que después coparon las carteleras. Dirigida por De Leon y producida por Romero, la película que demostró que su plan tenía posibilidades fue Terror Is a Man o Blood Creatures (aquí en España se lanzó en dvd con el título de La Isla del Terror) basada en la novela La Isla del Dr. Moreau de H. G. Wells, que tuvo una espectacular acogida en los cines de Filipinas además de que supuso el primer estreno en el mercado internacional del tandem De Leon–Romero. Aunque la historia de la película no es que fuera muy original, sí que se hizo un buen trabajo en cuanto a ambientación que estaba muy bien ayudada por el exotismo de islas que en aquella época todavía estaban sin explorar en el archipiélago. Paisajes inhóspitos, criaturas extrañas y algún que otro tono de tórrido romance fueron las claves del éxito.
Y como los buenos números en la taquilla no se hacen esperar, la fórmula debía explotarse. Rápidamente este tipo de producciones empezó a ser el estandarte de la Hemisphere Pictures, compañía creada por Romero y De León en 1963 que consiguió convertir a John Ashley en todo un ídolo en Filipinas donde protagonizó 13 películas en poco más de 10 años y fue el único actor extranjero premiado por la Academia de las Artes y las Ciencias de Filipinas. Con un coste medio de 150.000 dólares por película, la rentabilidad de los filmes de Romero parecía asegurada. Además, el hecho de tratarse de guiones en muchos casos inspirados en los komiks (historietas o comics en tagalo) más populares, suponía una publicidad decisiva.
Dos de los films más interesantes del terror filipino de aquella época y que suponen el máximo esplendor de la carrera de Gerry De Leon fueron: The Blood Drinkers de 1964 (basada en una tira de cómic de publicación semanal) y Curse of the Vampires de 1966 (también conocida como Creauteres of Evil). Ambas producciones combinaban a la perfección el folklore mítico filipino de criaturas como el aswang o el mandurugo con el clásico cine de vampiros europeo. Esoterismo, exotismo, atmósferas claustrofóbicas, planos tintados… todo ello dotaba a las películas de De Leon de una calidad técnica poco frecuente en las producciones de sus coetáneos.
A mediados de los 90 se inició una saga de películas de gran éxito que todavía dura hasta hoy en día: la saga Shake, Rattle and Roll. Los responsables, el tándem Peque Gallaga y Lore Reyes, que dirigieron las cuatro primeras incursiones a las que siguieron 7 más (sin ir más lejos, a principios del pasado año se estrenaba Shake, Rattle and Roll XI). Cada película a su vez contenía 3 episodios realizados por diferentes directores: una sucesión imparable de brujas, fantasmas de cabellos blancos, monstruos marinos y terrestres y los ya tradicionales vampiros.
Ya en la última década mención merecida y aparte tiene la película de Regal Films Sigaw (The Echo), estrenada en 2004 y dirigida por Yam Laranas. Sigaw ha sido acogida con entusiasmo en todas partes donde ha sido proyectada ya que consigue colocar al espectador en situaciones angustiosas que le devuelven a los miedos más primarios de la infancia. De 2007 también es Blackout, de uno de los realizadores más jóvenes del cine filipino contemporáneo, Ato Bautista, que dicen que es el director destinado a renovar el género del terror.
El maravilloso mundo de los superhéroes filipinos
La transformación a través de la magia es un tema muy popular en el cine filipino. Los relatos de los komics filipinos están plagados de estas historias y han servido de fuente de inspiración para las producciones cinematográficas que desde mediados de siglo han recogido las hazañas de los héroes de viñeta. La tradición y la cantidad de superhéroes y superheroínas que provienen de las páginas de los komiks filipinos es innumerable.
Darna es quizá la superheroína más famosa de cómic y que más veces se ha llevado a la gran pantalla. La historia de Narda, una niña/adolescente procedente de una barriada pobre que se convierte en una guerrera de otro mundo para luchar contra los malos aquí en la Tierra, fue creada en los años 50 por el llamado el ‘padre’ del cómic filipino Mars Ravelo, toda una leyenda viva todavía de la viñeta en las islas. Darna tuvo su primera incursión cinematográfica con el mismo nombre en el año 1951 de la mano de Fernando Poe y caracterizada por Rosa del Rosario. La respuesta filipina a la ‘mujer maravilla’ americana fue la protagonista durante los años 70 y 80 de más de una decena de films y alguna que otra serie de televisión, y ya en los años 90 tuvo su revisión con dos propuestas algo más modernas: Darna! de Joel Lamangan en 1991 y en 1994 el dúo Gallaga–Reyes hizo su particular versión en Darna! Ang Pagbabalik (Darna: the Return) con la sensual Anjanette Abayari de protagonista que lucía tipo con el bikini rojo, botas y capa, atuendo de la superheroína en cuestión. Hoy en día, Darna sigue en plena actualidad en el archipiélago pues es la protagonista de la serie de televisión líder en audiencia Darna, producida por la GMA.
El otro gran personaje de Mars Ravelo que se ha llevado una y otra vez a ambas pantallas (cine y televisión) es Captain Barbell creado en 1963: un hombre de apariencia normal que se transforma en el superhéroe Capitan Barbell cuando sostiene entre sus manos un amuleto que le entrega un misterioso ermitaño. Ingravidez, superpoderes y enfrentamientos con supervillanos ocuparán lo largo de las páginas del cómic y ancho del metraje en cine. Después de diversas adaptaciones que se hicieron a lo largo de los años 60 y 70 llegamos a la versión del director Leroy Salvador de 1986, Captain Barbell, donde Edu Manzano luce soberbio, en la que muchos han considerado la mejor versión del personaje de cómic. Ya en la última década, en el año 2003, el famosísimo actor Bong Revilla protagonizó Captain Barbell de Mac Alejandre, una película que giraba en torno a la valentía, el respeto y el amor, pero que no obtuvo mucha aceptación por parte del público filipino.
Como vemos, las fantasías filipinas han sabido desde siempre mezclar la inspiración con una sana dosis de leyendas locales, logrando resultados altamente originales y refrescantes como puede ser bien bien la fantástica Volta (Wenn V. Deramas, 2004) que era una tranquila ama de casa hasta que fue 3 veces alcanzada por un rayo, transformándose en la mujer eléctrica; o Mulawin, the Movie (Dominic Zapata, 2005) que adapta para la pantalla grande una de las teleseries fantásticas de más éxito del sudeste asiático emitida en numerosos países. Acostumbrados a los Batman, Spiderman y Superman de turno, los superhéroes y heroínas procedentes del Tercer Mundo provocan a veces sonrojos y a veces risas alarmantes. Y esto es precisamente lo que parodia Eric Matti en su Gagamboy (2003). Sátira filo-experimental del cine de superhéroes, Gagamboy arremete contra los esquemas y protagonistas del género. Esta “parodia” de Spiderman (gagamba significa araña en tagalo) da lugar a una inventiva película de superhéroes provenientes de una perspectiva urbana del Tercer Mundo.
Y para terminar hablaremos del mejor musical gay con artes marciales, invasiones alienígenas, zombis y ranas gigantes de todos los tiempos. En Zsa Zsa Zaturnnah Ze Moveeh (Joel Namangan, 2006), cuando un apocado peluquero ingiere una roca intergaláctica se transforma en Zaturnnah, una superheroína de poderes limitados pero amplio diámetro pectoral. La novela gráfica de Carlo Vergara, Zsa Zsa Zaturnnah, narra las aventuras de un tímido homosexual que se transforma en una especie de superhéroe al más puro estilo “Wonderwoman”. No mucho después de la publicación de la novela gráfica, se llevó a la escena un musical, que fue un gran éxito, no sólo entre la comunidad gay, sino entre toda la población fan de las producciones teatrales.
Conclusiones
En los inicios de la década del 2000, el cine filipino del Nuevo Milenio veía cómo la industria de la animación en 3D y la proliferación de películas digitales realizadas por directores independientes iban robando poco a poco el terreno a las que hasta ahora habían sido las películas mainstream por excelencia. A mitad de década, en el 2005, continuaba la debacle para el cine comercial filipino. De las más de 200 películas que se estrenaban a principios de los años 90, la producción anual ha ido bajando vertiginosamente hasta llegar a un máximo de 25 películas en el año 2005.
Esto se contrapone con el boom del cine independiente. Con la viabilidad de la tecnología digital mucho más económica a su alcance, los directores emergentes no tienen que esperar a que los grandes estudios o productores les den una oportunidad, pueden hacerlo por sus propios medios y pueden hacer sus propias películas.
Parece que la era de la industria comercial filipina, y por consiguiente de las producciones de género, está en decadencia. La mayoría de los estrenos y salas de cine los copan productos hollywoodienses, mientras que el consumo doméstico de cine se hace más firme entre los filipinos. Pero mientras, la 36 edición del Metro Manila Film Festival se produjo a principios de año y allí se pudieron ver de nuevo héroes de acción, fantasías heroicas y cintas de terror.
Quizás el cine comercial filipino necesite una renovación: sangre fresca, nuevas ideas, nuevas tramas, nuevas escuelas que infunden nuevos aires… Pero, sobre todo, hace falta una reeducación del público filipino acostumbrado a ver una y otra vez los mismos formatos. Hay que buscar nuevos argumentos, nuevas estructuras narrativas que permitan conectar con el público “de casa”, al igual que Brillante Mendoza, Lav Díaz, Raya Martin, etc. conectan con la crítica y el público de los festivales internacionales.