El caleidoscópico tumulto de la vida: simbolismo literario en Japón

Después de leer la extraordinaria introducción con la que Carlos Rubio contextualiza la figura del escritor Izumi Kyõka (1873-1939) y los cuatro relatos que por primera vez se presentan en castellano en El santo del monte Koya y otros relatos (Editorial Satori, 2011), traducidos por Susana Hayashi, propongo compartir algunas notas sobre el movimiento literario simbolista en Japón.

Tal y como comenta Rubio, la literatura japonesa entre 1895 y 1920 es un territorio bastante desconocido para el lector en lengua castellana. Y, en el ámbito de la poesía, se puede decir que no hemos identificado aún lo suficiente los puentes e intersecciones culturales que se produjeron a finales del siglo XIX y a principios del XX: la influencia del simbolismo en los escritores japoneses tiene una correspondencia directa, en los mismos años, en Europa, donde se recepciona una vaga idea de literatura japonesa pero prolifera la escritura poética en forma análoga a la del haiku.

En Japón, el encuentro con el movimiento literario simbolista y la identificación de éste con la poesía francesa de fines del siglo XIX se produce, en gran parte, por la difusión que hace Ueda Bin (1874-1916) de los poetas simbolistas franceses. Una parte de la historia comienza cuando Ueda publica en el año 1897 el obituario en recuerdo a Paul Verlaine (1844-1896) y prosigue con la edición en 1905 de un conjunto de poemas traducidos en El sonido de la marea. En este volumen, se mezclan, de un modo ecléctico, poesías de Shakespeare o Safo pero predomina la introducción del linaje que figuras como el propio Verlaine (con “Canción de Otoño”) o Mallarmé (con “Suspiro”), representan.

El simbolismo es, por así decirlo, un modo de expresividad poética que, lejos de alejarse del ruido de fondo de la máquina de la modernidad, se introduce en él y busca en su interior esa “otra realidad” oculta y descifrable que, usando del lenguaje, construye una fórmula de reconocimiento. Reconocer lo que queda más allá del mundo visible y que es, esencialmente, una realidad más real que la aparente.

Aquí no podemos detallar la importancia del simbolismo poético en Japón. Baste mencionar algunos hitos literarios interesantes que, con seguridad, merecen mayor atención. 

Es destacable la colección de poemas de Kitahara Hakushû (1885-1942), Herejía (1909). Kitahara teoriza sobre la modernidad poética y la modernidad social de finales de la época Meiji y lo hace propugnando que la fuerza vital de la poesía reside en la “intimación”, en esa correspondencia absolutamente privada pero pública cuando sale de sí en el poema, del poeta, lo que le rodea y el poema que escribe: en la mirada que quiere enamorarse de la música apenas audible y la pesadumbre de las impresiones sensibles; los sollozos del espíritu y la moderna fe herética.

 Otras figuras destacan: la del pintor y poeta Murayama Kaita (1896-1919), fuertemente influido por la obra de Kitahara, produce su obra poética en un muy breve lapso de tiempo, desde 1912 hasta su muerte por tuberculosis o el poeta Kanbara Ariake (1875-1952), que une poesía y filosofía. Su interés en el fondo especulativo que acarrea la poesía simbolista interrelaciona la reflexión filosófica de raíz buddhista y la versificación. Para Kanbara, podríamos decir, si la filosofía está atada a las cadenas del principio de contradicción, la forma poética simbolista las traspasa expresando lo que, en rigor, es inexpresable: las relaciones mutuas entre el “yo” y los fenómenos del mundo externo; la participación con el caleidoscópico* tumulto de la vida.

Sea el simbolismo un escape del creador, una distancia o una aleación de elementos, la revisión de su papel en la historia de la literatura, incluyendo su presencia en la japonesa, nos recuerda la crisis y la extrañeza de los individuos hace un siglo y la desavenencia con la que vivimos nuestro presente ahora – en el tubo ennegrecido que encierra los espejos inclinados de nuestra contemporaneidad y los multiplica al voltearlos haciéndonos creer, con sus colores, que la imagen es bella.

*Caleidoscopio (Del gr. καλός, bello, εἶδος, imagen, y -scopio) / Hyakuiromegane -百色眼鏡 (Jap. lit. el espectáculo acristalado de los cien colores)

Foto: Trackable objects in orbit around Earth. European Space Agency Multimedia Gallery.

Montserrat Crespín Perales