¿Adónde van los chinos cuando mueren?

agTener un libro sobre China y los chinos en el catálogo es hoy en día el objetivo de cualquier editorial que se precie. China vende y los editores lo intentan. Pero el alud de publicaciones no acostumbra a dejar obras que no resuenen a los tópicos de siempre. ¿Adónde van los chinos cuando mueren? Vida y negocios de la comunidad china en España de Ángel Villarino (Barcelona: Debate, 2012) es, probablemente, una de las más notables excepciones dentro de esta pobre tendencia. De hecho, sorprende que un libro tan brillante tenga un título tan desacertado–aunque es ingenioso y llama la atención, puede conducir fácilmente al equívoco: esta es una obra mucho más válida que el típico volumen sensacionalista y simplón que nos suele llegar con una etiqueta de este tipo.

Ángel Villarino ha analizado los múltiples aspectos de la presencia china en la sociedad española actual en un magnífico ensayo que destaca por un equilibrio nada fácil para un libro no académico orientado al lector generalista. Es panorámico, pero a la vez incisivo. Es pedagógico, pero no escatima en matices. Está bien documentado, pero sin perder fluidez–de hecho, la narración es excelente y se lee prácticamente de un tirón. La distribución de capítulos es coherente y responde con naturalidad a las principales inquietudes populares sobre la comunidad china: de dónde vienen, cómo llegan a España, cómo se ganan la vida, cómo prosperan y, lógicamente, adónde van cuando mueren. Por supuesto, todo lector encontrará algún aspecto, dato o anécdota que le parecerá discutible (en mi caso, algunos aspectos que se mencionan en el capítulo sobre la educación no encajan con las noticias que me llegan de determinados centros educativos de Barcelona), pero el conjunto conforma una combinación espléndida.

Ahora bien, lo más meritorio de ¿Adónde van los chinos cuando mueren? no es su contenido. Estamos ante una obra magnífica por lo que cuenta y, sobre todo, por cómo lo cuenta. A diferencia de lo que sucede en la mayoría de libros sobre China destinados a un público generalista, Villarino busca el entendimiento y la comprensión intercultural desde un posicionamiento crítico–con la comunidad china que llega a España, pero también con la sociedad española que los recibe.

Así, sin que ello nos despiste en exceso del propósito fundamental del libro (que no es otro que conocer en profundidad a los chinos que viven en España y que se cumple con creces), la narración pone las cosas en su sitio siempre que es necesario. Por ejemplo, comparando el esfuerzo y el sacrificio de muchos inmigrantes chinos con el de nuestros abuelos hace sólo un par de generaciones. O denunciando las interpretaciones tendenciosas de los medios de comunicación españoles. O planteando reflexiones como la siguiente:

Los comerciantes de Zhejiang llevan siglos acostumbrados a burlar la autoridad y a estirar la ley para salir adelante con sus negocios. Y quizá España no es el mejor sitio para que fortalezcan su civismo y se convenzan de los beneficios de una sociedad donde todos pagan religiosamente sus impuestos. Probablemente podrían aprenderlo en Alemania o en Suecia, pero difícilmente en el país de la Unión Europea que más billetes de quinientos euros acumula, con una economía sumergida que supone el 20 por ciento del PIB, donde miles de inmigrantes ilegales encontraron trabajo en los años de vacas gordas y en el que empresas que cotizan en bolsa mantienen ejércitos de becarios que renuevan contrato tras contrato por salarios que son la mitad del sueldo mínimo interprofesional. (p. 143)

Aunque se trate sólo de pellizcos puntuales, estos incisos demuestran que Villarino plantea el entendimiento de la comunidad china en España desde la similitud–y no desde la diferencia, como suele ser habitual en este tipo de publicaciones. Así, el libro desanuda o relativiza muchos aspectos que suelen generar incomprensión y sustituye la polarización del blanco y negro por una compleja gama de grises, tan ambiguos y ambivalentes como la vida misma.

La  implicación de este cambio de paradigma es mayúscula. ¿Adónde van los chinos cuando mueren? no es ni una reprimenda condescendiente ni un ensalzamiento del buenismo, sino más bien una llamada a la acción. Como acertadamente se apunta al final de la introducción, que China sea una amenaza o una oportunidad depende también de nosotros–y de nuestro acercamiento a los chinos que viven en nuestro entorno más inmediato.

(PD: En esta página de ZaiChina encontraréis una reseña del libro, escrita por Daniel Méndez, que incluye un enlace a sus primeras páginas.)