Autor convidat: “La impronta del arte japonés en Nueva España”

Seguimos con el ciclo de entrevistas sobre la Embajada Keichō y el período Namban. En esta cuarta edición contamos con la presentación de la profesora Pilar Capañas, de la Universidad Complutense de Madrid, sobre la influencia del arte japonés, en esta ocasión, en Nueva España.

La impronta del arte japonés en Nueva España

El descubrimiento en 1565 de una ruta de vuelta desde Filipinas a Nueva España trajo como consecuencia la influencia oriental en las artes de Nueva España, desde donde irradió a gran parte de Iberoamérica.

Existe toda una cultura material generada que refleja los contactos oficiales, y no oficiales. Los regalos llegados con las embajadas desde Japón, las mercancías japonesas que arribaron de un modo indirecto a través de Filipinas, los productos de contrabando, y la experiencia de aquellos japoneses que, habiendo atravesado el Pacífico, decidieron no regresar e instalarse en la zona, dejaron su huella en el arte. A ello debemos añadir los barcos de comerciantes chinos que también cursaban el Pacífico del oeste al este, favoreciendo la circulación de los objetos asiáticos en América.

Entre los objetos artísticos que más influencias japonesas recogieron estuvieron los biombos, el maque, y los cuadros enconchados.

Biombo Plaza Mayor de México

Biombo Plaza Mayor de México

El biombo era una pieza típicamente oriental, que conforme discurrían los años se fue convirtiendo en una pieza versátil en los salones occidentales. Fueron adaptados en su armazón y temáticas a la sociedad novohispana, pero con dependencias formales de estilo y recursos de los llegados de Japón: vistas de pájaro, escenas de género, o nubes doradas, son algunos de sus rasgos más sobresalientes.

En el siglo XVII comienzan a poder contemplarse en Nueva España las lacas chinas y japonesas, que despiertan gran admiración y deseo. Entre ellas destacaban las negras lacas japonesas, por su extraordinario brillo y porque poseían un nivel de desarrollo técnico mucho mayor que las llamadas obras de «barniz» que hasta la fecha se habían producido en Mesoamérica.

El artesano novohispano optó por la adopción, más rápida y más sencilla: trasladar lo visto sobre el tipo de objetos que los consumidores demandaban, empleando las técnicas que controlaba y se parecían, o inventando soluciones factibles que rivalizaran por su afinidad con las lacas importadas. Mientras la laca japonesa es un barniz que se obtiene de la resina refinada del árbol urushi noki (Rhus vernicifera), los artesanos novohispanos se sirvieron de un compuesto de la grasa animal de la hembra de un insecto conocido como aje (Coccus-Axin), mezclado con aceite de chía y un polvo finísimo de color blanco parduzco (texicaltetl).Con todo ello se obtiene una pasta gruesa que se aplica sobre la pieza; y para conseguir el brillo basta frotar con un paño de algodón o con la palma de la mano. El aje, al absorber el oxígeno del aire con rapidez, se recubre de una corteza de aproximadamente medio milímetro de espesor, que confiere al objeto cualidades de brillo, impermeabilidad y resistencia. Es el maque.

Temas como sauces, aves fénix, mariposas o crisantemos, composiciones y colores procedentes de las lacas japonesas hicieron su aparición sobre el llamado maque mexicano. Además, frente a técnicas decorativas tradicionales como el rayado, destacó en el siglo XVIII la llamada “dorado a pincel”, caracterizada también por el uso del oro en hoja. El uso del pan de oro en Occidente tenía una larga tradición, pero hay que subrayar que estas fechas coinciden con la difusión en Nueva España de las lacas negras procedentes de Asia oriental, cuyo esquema básico de color era la utilización de un dibujo trazado en oro, con espolvoreado o pequeños recortes de pan de oro, plata y otros metales.

Finalmente, el otro género novohispano nacido bajo este clima de mestizaje cultural del siglo XVII fue el arte del enconchado, que tuvo su desarrollo entre el último cuarto del siglo xvii y mediados del siglo xviii. Existen dos tipos de enconchados: (1) la incrustación de pequeños trozos de nácar sobre la superficie del mueble; y (2) el cuadro resultante de la laminación del nácar en pequeñas piezas irregulares, que se componen formando una superficie compacta que se integra en los trabajos pictóricos sobre tablas.

 Un gran número de piezas japonesas Namban debieron desembarcar y distribuirse por los virreinatos en América, y hay que decir que los procedimientos más cercanos a las pinturas de los enconchados son los de los muebles y objetos de Asia Oriental.

Pilar Cabañas

Universidad Complutense de Madrid