La contemporaneidad del legado filosófico clásico

Jesús Solé-Farràs
Profesor Colaborador del Máster Universitario de Estudios de China y Japón (UOC)

Foto blogEn la asignatura Bases del pensamiento de China y Japón —ofrecida en el Máster Universitario de Estudios de China y Japón— no son pocas las ocasiones que invitan a demorarnos, siquiera fugazmente, en reflexionar sobre las vías de transmisión del legado filosófico de estas dos culturas esteasiáticas, así como sobre su eventual influencia en nuestra contemporaneidad. Ello se debe, en buena medida, al arraigo que en su sustrato cultural —en el chino, casi por antonomasia— tiene la idea de continuidad.

Valgan como ejemplo los conceptos de datong (“gran armonía”) y xiaokang (“paz menor”), patrimonio del pensamiento confucianista. Éstos se han extrapolado sin apenas chirridos a la transición ideológica del maoísmo al postmaoísmo en la RPC, puesto que son, respectivamente, los referentes clásicos de la utopía comunista y de la “sociedad medianamente próspera”. Dicha transición se sustenta en la teoría de Hu Qiaomu, destacado teórico marxista y miembro del Politburó del PCC, según la cual la realización del comunismo en China puede aplazarse sine die. Así, la línea ideológica del PCC dejó de poner el énfasis en el socialismo, como primera fase del comunismo, para ponerlo en el “socialismo con características chinas”, como primera fase del socialismo. En definitiva, como en tiempos de Confucio, el datong tendrá que esperar, y se impone el pragmatismo de concentrar todos los esfuerzos en construir una sociedad xiaokang.

En el pensamiento chino clásico, el xiaokang es, después de la utopía del datong, el segundo mejor modelo de sociedad. Estos dos modelos sociales aparecen descritos en el Liji o Tratado de los ritos, que es uno de los Cinco Clásicos del confucianismo, el cual compila una serie de textos descriptivos de las formas sociales de la dinastía Zhou, así como del pensamiento de Confucio sobre los ritos. Según el Liji, una sociedad xiaokang se caracteriza por un nivel de riqueza y estabilidad relativo, una jerarquía imperfecta de relaciones humanas y una distribución desigual de dicha riqueza. En realidad, la práctica totalidad de las enseñanzas de Confucio relativas al principio del orden social (li) se refiere a la sociedad xiaokang. La utopía datong, por su parte, se describe como una sociedad igualitaria y libre en que “prevalecía el tao verdadero”, la cual habría existido en un tiempo muy anterior a la época de Confucio. Esta utopía inspiró a numerosos pensadores chinos de todos los tiempos. Por ejemplo, al filósofo y constitucionalista Kang Youwei, quien ideó su propia utopía comunista “un solo mundo”, o a Sun Yat-sen, padre de la China moderna, quien, en los Tres principios del pueblo, habla de lograr “el datong anhelado por Confucio”.

Significativamente, la traducción oficial al inglés de xiaokang shehui fue “a well-off society” (“sociedad acomodada”) hasta 2003, para pasar a ser a partir de entonces “a moderately prosperous society” (“sociedad medianamente próspera”). Este cambio supuso un claro ajuste del término al significado clásico realizado desde el PCC —siendo Hu Jintao su secretario general.

La consecución de una “sociedad medianamente próspera” (xiaokang shehui) en 2020 constituye, ni más ni menos, que el objetivo central del 13º Plan Quinquenal 2016-2020 del PCC, el cual entrará en vigor a principios de marzo, una vez ratificado por el Congreso Popular. Este logro significará cumplir el primero de los llamados “dos objetivos centenarios” del PCC; el que coincide, aproximadamente, con el centenario de la fundación del partido. Ello confiere a este Plan Quinquenal una dimensión discursiva que trasciende a la función que tiene todo plan quinquenal de recopilatorio de las políticas gubernamentales encaminadas al desarrollo económico y social del país previsto para cinco años. Esta dimensión discursiva es a cuenta, naturalmente, tanto de la legitimación política que busca el PCC como del soft power que China comprensiblemente elabora para acrecentar su influencia en la gobernanza mundial.

También Mao Zedong acudió, y no poco, al acervo clásico. Por razones obvias, frecuentó el datong. En Sobre la dictadura democrática popular (1949) conmina a “trabajar con denuedo para crear las condiciones para que las clases, el poder del Estado y los partidos políticos desaparezcan de forma natural, y la humanidad entre en el reino de la Gran Armonía”. Para que no quepa la menor duda, Mao aclara que el reino de la Gran Armonía, “un noble ideal largamente acariciado por el pueblo chino”, se refiere a la sociedad comunista.

Mao, quien a pesar de su negación fue ambivalente respecto al legado confucianista, sirvió de ejemplo a Feng Youlan —gran divulgador de la filosofía china— para ilustrar su teoría del “legado abstracto” como guía para acomodar ideas importantes del pasado al pensamiento contemporáneo. A propósito de esa teoría, Feng propone: (a) usar convenientemente expresiones antiguas, como hizo Mao en sus poemas escritos al estilo ci de la dinastía Song; (b) conectar con temas filosóficos del pasado, como en los escritos de Mao Sobre la práctica y Sobre la contradicción —dos ensayos que constituyen los fundamentos filosóficos de la ideología política que después se denominaría maoísmo—; (c) adaptar alegóricamente historias de los textos filosóficos clásicos, como en el relato El viejo insensato que quitó las montañas, adaptado del Liezi (s. iv aC) por Mao; y (d) aprovechar experiencias del pasado para aplicarlas al presente, como hizo Mao con antiguas estrategias militares.

A partir del próximo semestre, la asignatura Bases del pensamiento de China y Japón se ofrece también en el nuevo Máster en Cultura y Negocios en Asia Oriental —fruto de la colaboración entre la UOC y la Universidad de Salamanca—. Sin duda, bajo el estímulo de las perspectivas académicas que ofrece el ámbito de los negocios, las ocasiones para detenernos a pensar sobre la presencia contemporánea del legado filosófico de las culturas china y japonesa se multiplicarán.