Hace unos pocos días se ha cumplido el quince aniversario de la ocupación de la embajada española en Pekín por parte de un grupo de ciudadanos norcoreanos. Una mañana de marzo de 2002, un grupo de 25 norcoreanos irrumpieron en la residencia del entonces embajador Eugeni Bregolat y reclamaron la condición de refugiado político. Aunque el gobierno chino, que los consideraba meros inmigrantes ilegales, intentó expulsarlos de la embajada y retornarlos a Corea del Norte, el cuerpo diplomático español consiguió negociar con las autoridades chinas y pocos días después el grupo completo viajó hasta Seúl, vía Manila.
Es comprensible que nadie haya recordado la efeméride estos días. Casos similares se produjeron esos años en embajadas y consulados de otros países, no solo en Pekín, y más allá de China, en Tailandia o Mongolia. La crisis diplomática tripartita que se produjo entre España, Corea del Norte y China no fue a más y el final feliz de la historia permite el olvido. Pero es interesante constatar hasta qué punto la situación ha variado poco en estos 15 años. O si ha cambiado, no ha sido a mejor. La posición del gobierno de Pekín sigue siendo la misma, de modo que no reconoce la condición de refugiados de los norcoreanos e indefectiblemente los entrega a las autoridades de Pyongyang, quienes los someten a castigos severos. Incluso la organización que ideó la ocupación de la embajada española, la Asociación para los Derechos Humanos y la Democracia en Corea del Norte, con sede en Seúl, sigue promoviendo acciones que ayuden a los norcoreanos huir del régimen norcoreano.
El principal cambio radica en las medidas de estricto control impuestas por Kim Jong-un, en consonancia con el endurecimiento ideológico y político llevado a cabo por el presidente norcoreano desde que asumió el poder en 2012. La frontera china está ahora mucho más controlada, y la amenaza que recae sobre los familiares de los que huyen ha frenado la salida de refugiados, aunque no completamente. El número de huidos del régimen de Kim que sigue en China se cuenta por decenas de miles. Allí son objeto de abusos de todo tipo, debido a la vulnerabilidad derivada de su condición como ilegales y la amenaza constante de ser descubiertos por las autoridades chinas.
Desde que llamó a las puertas de Europa, la cuestión de los refugiados tiene una presencia constante en nuestros medios y forma parte del debate político y ciudadano de nuestras sociedades. Se trata de un drama que tiene un alcance global y que, como vemos, se extiende hasta las antípodas del continente eurasiático.